Colegio María Inmaculada de Bolivia

En nuestro colegio, el mes de mayo se convierte en una experiencia profundamente significativa. Cada año, al llegar este tiempo consagrado a María Santísima, la dimensión mariana de nuestro carisma congregacional florece con especial intensidad.

Desde los más pequeños de primaria hasta los jóvenes de secundaria, todos nos unimos en torno a la figura de la Virgen. En diferentes momentos del día, nos congregamos en la gruta para rezar con fe el Santo Rosario y presentarle nuestras intenciones. Cada oración, cada Ave María, es una ofrenda sencilla y sincera que elevamos a nuestra Madre. A ella, Inmaculada y cercana, acudimos con confianza: “Todo para gloria de Dios, pero por manos de María”.

Durante todo el mes, la presencia de María se hace visible en nuestras aulas. En ambos edificios del colegio, cada curso entroniza una imagen de la Virgen y prepara con esmero un pequeño altar. Cada mañana, los estudiantes la reciben con respeto y alegría, acompañándola en procesión hasta su clase, donde permanece como compañera silenciosa en su jornada diaria.

Pero el amor a María no se queda solo en gestos piadosos. Nuestro mes mariano es también una oportunidad para fortalecer nuestra misión de fraternidad y servicio. Cada grupo curso se compromete, con el generoso apoyo de las familias, a recolectar medicamentos destinados a la misión que nuestra Congregación realiza en Bella Vista, en el departamento del Beni. Así, la devoción se transforma en gesto concreto de solidaridad, y la oración se convierte en vida compartida.

Como broche de oro, cerramos el mes con una solemne procesión por las calles cercanas al colegio. Estudiantes, docentes y familias caminamos juntos, rezando y cantando, proclamando a María como Madre, Protectora e Intercesora de nuestra comunidad educativa. La procesión culmina en la Gruta de Lourdes, donde reafirmamos, con emoción, nuestro amor a la Virgen Inmaculada.

Somos una pequeña comunidad, sí, pero profundamente unida por la devoción a la pureza de María. Y al igual que lo hizo nuestra querida Beata María Emilia Riquelme, queremos amar a la Virgen con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser. Porque donde está María, florece el amor, se fortalece la esperanza y se enciende el compromiso.