
Filipenses 3,7-14. “…Todo lo considero al presente como peso muerto en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor…Y quiero encontrarme en él, no teniendo ya esa rectitud que pretende la Ley, sino aquella que es fruto de la fe de Cristo…Quiero conocerlo, quiero probar el poder de su resurrección y tener parte en sus sufrimientos; y siendo semejante a él en su muerte, alcanzaré, Dios lo quiera, la resurrección de los muertos… corro hacia la meta, con los ojos puestos en el premio de la vocación celestial, quiero decir, de la llamada de Dios en Cristo Jesús”.
Con alegría puedo expresar que: “No me explico la vida sin Cristo Jesús, y deseo buscar la mejor manera de servirle, de amarle, deseo vivir en humildad y sencillez, escuchando su voz en la voz de los más pobres y la voz de mis hermanas”.

