Por Carmen Remírez. Voluntaria de la Obra Social cachito de Cielo
Al clarear cada mañana… llueva, truene, o caiga a plomo el calor sobre el asfalto… se abre una pequeña puerta en la calle Montesquinza de Madrid. Tan pequeña como grande es lo que de ella sale… así, a diario, con constancia silenciosa, sin apenas hacerse notar, desde hace más de cuatro décadas. Lo saben bien los vecinos, que conviven con este largo rito de barrio madrugador. Y mucho más, lo saben los hombres y mujeres de todas las razas y religiones que allí acuden en fila paciente y desordenada, en busca de pan, algunos pasteles y un poco de conversación.
“Dadles vosotros de comer”… reza el lema de los voluntarios y de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada. Son ellas, apenas unas pocas mujeres consagradas, las encargadas de este milagro posmoderno de la multiplicación de los panes y los peces. El milagro de una obra social inspirada en su fundadora, la ya beata María Emilia Riquelme y Zayas que cumple con profesionalidad los estándares de las ONG al uso, pero que los trasciende con el rezo y con la proverbial ayuda de sus donantes y de sus voluntarios seglares.
Cuando, a las 8,30 de la mañana, se abre con puntualidad esa puerta, ya rebosan sobre las mesas y carros de la sala cientos de tartas cortadas, y más de 200 bolsas de plástico rellenadas horas antes con frutas y viandas. Los domingos, día del Señor, toca además un cafecito caliente que se espera con gran alegría..
Y por allí pasan los más torturados por la vida; unos, rápido, fingiendo ocupaciones; otros, muy despacio, regalando chistes malos y picaresca de metro; algunos, arrastrando toda su casa a cuestas en un viejo carro de la compra; los musulmanes recién llegados, tratando de chapurrear el español para pedir “no cerdo”; los más, cargados con el peso de la soledad, el desaliento del paro, la dureza de la noche en la calle… y sus tupper sucios.
Nadie pide carnet alguno al otro lado de la puerta, pero todos se llevan su desayuno, algún artículo de higiene , una palabra de cariño y una sonrisa. Muchos escuchan además, pronunciar su nombre. Y en Navidad, hasta les cae un regalo.
Martes y jueves, los ‘desayunantes’ se turnan con las ‘familias’ -estas sí, seleccionadas por los organismos oficiales-, también en riesgo de exclusión.
Los recortes del Banco de Alimentos -principal fuente de recursos en este caso- han ido mermando las existencias. No obstante, cerca de 400 padres y madres tienen en esta puerta su supermercado gratuito de productos básicos. Garbanzos, harina, café, arroz, azúcar… los paquetes grandes y pequeños se apilan y se distribuyen según el número de miembros de la familia. Las hermanas no dudan en suplir con sus fondos cualquier carencia, y el ejército de voluntarios igual se ocupa de cargar con las cajas que de transportar los alimentos donados -en el caso de los desayunos, por establecimientos privados- con sus propios coches.
Es lo que tantos conocen como ‘Cachito de Cielo’, una prolongación de esa capilla de la calle Travesía de Belén 1, que solo los ‘gatos’ de Madrid llaman por su nombre original de San Lucas; un pequeño rincón amable, azul y neogótico en la que la misma congregación de religiosas dirige la Adoración del Santísimo, esta capilla de adoración permanente. Se trata de otra pequeña puerta, ésta abierta día y noche, para albergar las oraciones más escondidas, y acoger a otro ejército de voluntarios que se turnan para acompañar sin interrupción al Cuerpo de Jesús en el sacramento de la Eucaristía.
Una imagen de Jesús de Nazaret preside el retablo, Jesús caminando con un pan partido en sus manos. Nos ofrece y se ofrece como el Pan de la Vida. En una mano ese pan que se nos da en la capilla, donde es adorado por muchos, y donde alimenta espiritualmente a su pueblo. En la otra mano, el pedazo de pan que ofrece a los que necesitan cada día recibir el alimento, el desayuno que reconforta después de una noche en la calle fría y solitaria.
De este pan de la Vida todos comemos para tener vida.
De allí parece proceder la fuerza de estas Misioneras del Santísimo Sacramento, que cada día reproducen, en la realidad del Madrid de hoy, esa singular imagen de Jesús que preside el altar de ‘Cachito’… repartiendo el pan e invitándonos a todos a aprender de Él.
“Dadles vosotros de comer”.